La vida de un agente secreto vegetariano
Henry Heap es posiblemente el hombre más buscado por la industria cárnica. La mera mención de lo que hace es suficiente para hacer que a un carnicero le hierva la sangre y a un “productor” cárnico le tiemblen las rodillas. Y no cabe duda de que probablemente entre los dos les encantaría colgar, destripar y descuartizar a Henry, para acto seguido cocerlo en una empanada de carne. ¿Pero qué ha hecho Henry para merecer un destino tan macabro y escalofriante?
La mayor parte de los fotógrafos tiene su especialidad, pero la de Henry es menos común que la de la mayoría. Es fotógrafo de animales, pero aquí no estamos hablando de retratos de caniches. Henry trabaja con animales en circunstancias mucho menos dignas.
Se ha atrevido a ir donde pocos vegetarianos lo han hecho antes, derecho a las sangrientas y chorreantes fauces de los mataderos de la industria cárnica, pues se ha impuesto como misión en la vida sacar a la luz los horrores que se cometen en esos lúgubres antros de muerte e informar al público general. Metido hasta las rodillas en menudillos, Henry ha fotografiado desgarradoras escenas de animales dirigiéndose sistemáticamente a su muerte en las condiciones más humillantes. Sus implacables fotografías se han utilizado en carteles, folletos, revistas y periódicos que promueven la defensa de los animales.
Así que, ¿cómo un vegetariano como Henry es capaz de acercarse tanto con su objetivo espía a esas casas del terror? La respuesta: con mucha astucia y valor. En una ocasión entró en un matadero utilizando una tarjeta falsa que le identificaba como fotógrafo de una revista del comercio de carne. Ingeniosamente, concertó la sesión fotográfica con el pretexto de que la revista estaba interesada en realizar un artículo sobre los planes de expansión de la empresa, que había atraído cierto interés local. Fue recibido con los brazos abiertos, pues les interesaba transmitir su punto de vista a través de la prensa.
Henry hace todo lo posible para no delatarse, incluso si esto significa poner en peligro sus principios. “Llevo zapatos de cuero y no paro de hablar mal de los vegetarianos.”
Durante su primer trabajo fotográfico en un matadero, Henry se enfrentó a un terrible dilema. El matadero se ofreció a organizar una “matanza” con la única finalidad de que Henry la fotografiase. Henry, que estaba estudiando la carrera de fotografía en la universidad, se puso enfermo de sólo pensarlo. “No pude aguantar hasta el final. Me fui cuando estaban preparados para la matanza.”
Henry consiguió mantener su actuación hasta el final; incluso cuando el gerente dejó caer medio kilo de hígado crudo en su mano. “Me dio asco pero no quería desenmascararme, por lo que no podía mostrar mi repugnancia.”
Otra situación incómoda que Henry recuerda se produjo al trabajar con un amigo vegetariano en otro matadero. Los jefes les habían invitado a comer. Planeando su estrategia la noche anterior, su amigo decidió valientemente que comería carne mientras Henry, que ahora es vegano, acordó comer pescado si se lo ofrecían.
Afortunadamente, al día siguiente trabajaron durante la hora de comer, y no fue necesario que ninguno de los dos comiese carne. Henry, sin embargo, tuvo el valiente gesto de beber café con leche, lo que no había hecho desde hacía muchos años. “Incluso dije: ‘Me gusta rico y cremoso’. Pero cuando me lo sirvieron estaba hecho sólo de leche. Fue lo único que pude hacer para contenerlo. Me dio mucho asco; dejó una película grasienta en mi boca.”
El trabajo de Henry es sin duda peligroso. En una ocasión fotografió a un hombre pateando a un ternero en un mercado de ganado y el energúmeno le propinó un puñetazo a Henry en la cara, arrancándole los dos incisivos frontales de golpe. Henry simplemente lo considera un riesgo de su trabajo. “Saqué la fotografía y valió la pena. Para mí es lo normal. Vale la pena por los animales.”
Resulta difícil comprender cómo alguien que se preocupa tanto por los animales puede soportar verlos masacrados sin descubrirse. “Cuando empecé a hacerlo pensaba que era un calvario, pero simplemente tienes que cerrar los ojos ante esa parte del proceso. Así como los que comen carne tienen una barrera mental que les permite disociar la carne de la idea de la matanza de un animal, yo tengo que hacer lo mismo. Si me implicase emocionalmente no conseguiría las fotografías que quiero. Me limito a pensar en el bien que les estoy haciendo a los animales.”
Henry cree que las tácticas impactantes funcionan, y sus imágenes están concebidas para impactar. Una de sus imágenes más célebres, que aparece en folletos y pósteres de organizaciones para el bienestar de los animales, es la de la cabeza de un toro fotografiada de frente con una clavija perforadora atravesándole la cabeza. Según Henry, la parte más gratificante de su trabajo es conseguir convertir a alguien al vegetarianismo a través de sus fotografías. “Al menos diez personas me han dicho ‘Cuando vi tus fotos, decidí hacerme vegetariano’. Ese es el mayor cumplido que me pueden hacer.”
Puede que Henry sea el azote del comercio de carne, pero para el movimiento para la protección de los animales es, sin duda, un santo.