El Seitán: La carne del trigo
Muchos piensan que decir no a los derivados animales, limita de forma radical las posibilidades culinarias. Nada más lejos de la realidad, ya que las alternativas son numerosas y procuran a nuestro paladar nuestras experiencias gustativas debido a las texturas exóticas y sabores a los que la cultura accidental no nos tiene acostumbrados.
Entre el abanico de opciones a las que podemos recurrir, existe una carne vegetal de estupendo sabor y con un alto nivel de proteínas. Se trata del seitán, un alimento que hunde sus raíces en Japón y que procede del trigo, concretamente del gluten, una proteína ubicada en el germen del grano de este prolífico cereal.
Sano por definición
Son múltiples los beneficios que otorgan a este alimento puntos para que nos decidamos a incluirlo en nuestra dieta, seamos o no vegetarianos. Aproximadamente, el 24% del seitán, es proteína en exclusiva mientras que el aparato digestivo se forzará menos al realizar sus tareas gracias a la facilidad de digestión de la que el seitán hace gala frente a otros alimentos que quedan fuera del vegetarianismo como pueden ser la leche o la carne animal.
Su aporte calórico es bajo, dando a nuestra línea una razón más para consumirlo a menudo. Al igual que el tofu, está exento de colesterol y ayuda muchísimo a reducir su presencia en nuestro sistema circulatorio. También hay que señalar su bajo contenido graso y su mínimo porcentaje de sal, cuidando de nuestro corazón. Igualmente, contiene lecitina y más minerales y calcio que cualquier especie cárnica no vegetal.
Los deportistas apuestan por el seitán porque contribuye al desarrollo de los músculos y, en su elaboración, se prescinde de químicos, conservantes, hormonas, antibióticos, etc. Asimismo, para los más pequeños de casa resulta de gran ayuda en el crecimiento, supeditado a los aportes proteínicos. Para las personas de la tercera edad, el seitán es muy recomendable, ya que a cierta edad las comidas pesadas suponen un riesgo.
Disfruta del sabor del seitán
El aspecto del seitán es, para los desconocidos en la materia, poco menos que sorprendente en un primer momento. Son bolas de color marrón que, una vez elaboradas, sirven de punto de partida para la preparación de pan o masa para pizza.
Una de las formas clásicas de consumir seitán, es mezclarlo con algas tipo kombu y con tamari o salsa de soja. De esta forma, no sólo estaremos nutriendo a nuestro organismo con proteínas sanas y naturales, sino que además, enriquecemos el plato con minerales y vitaminas.
Este producto procedente del trigo puede ser cocinado de todas las formas posibles: a la plancha, frito o empanado, como protagonista de estofados, en el relleno de suculentas croquetas, en la elaboración de ricas albóndigas, como un ingrediente más de una ensalada, etc.
Cuando compremos seitán, es necesario que lo conservemos en la nevera para que no se estropee. Sino vamos a consumirlo en un margen de unos tres o cuatro días, lo mejor que podemos hacer es congelarlo. Únicamente hay que meterlo en trozos en bolsas individuales e irlo extrayendo del congelador según lo vayamos necesitando para elaborar sabrosas y sorprendentes recetas.