El importante reto de reducir el consumo de carne para combatir el calentamiento global
Madrid.- Animalistas, ecologistas y ganaderos discuten sobre el consumo de la carne y el cambio climático en un debate organizado por Equo en el Europarlamento.
Por lo menos el 15 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por el hombre proviene del sector ganadero, alcanzando incluso porcentajes mayores en el caso de los gases más peligrosos como el metano (35-40 por ciento) o el óxido nitroso (65 por ciento). Con este contundente dato, el eurodiputado de EquoFlorent Marcellesi inauguró el pasado jueves el encuentro Consumo de carne y cambio climático: un debate ineludible, que citó en el Europarlamento de Bruselas a algunos de los principales actores implicados, principalmente grupos ecologistas, organizaciones no gubernamentales, animalistas y representantes del sector de la ganadería ecológica, además de un grupo de periodistas.
El eurodiputado Marcellesi aclaró sobre la necesidad urgente de reducir el consumo de carne en el marco de los acuerdos alcanzados en la Cumbre del Clima de París del pasado 2015, una cita en la que “apenas se habló” de la importante incidencia de la industria ganadera en la preocupante aceleración del cambio climático. “Actualmente en el mundo se consumen 40 kilos de carne al año por persona, que en España ascienden hasta los 100 kilos. Para que el mundo fuera sostenible, tendríamos que comer como máximo 20 kilos de carne al año, lo que implica reducir en cinco veces el consumo actual”, apuntó el eurodiputado.
“Hay que abordar este asunto lo antes posible”, explicó Alexandra Clark, activista pro alimentación sostenible, que recordó que actualmente en la Unión Europea existe una epidemia de obesidad con más de la mitad de la población con sobrepeso, en parte debido al sedentarismo y a una mala alimentación relacionada con el exceso en el consumo de carne. Daniela Romero, de Anima Naturalis, recordó que “cada año mueren 65.000 millones de animales destinados al consumo humano que deberían ser tenidos en consideración”.
Por su parte, representantes de la ganadería ecológica como Paola del Castillo, propietaria de una instalación extensiva en Tarifa, Cádiz, se quejaron de la severidad de las leyes de bienestar animal, así como de la falta de subvenciones y de la imposibilidad de satisfacer la actual demanda de carne si la producción tan solo dependiera de este tipo de explotaciones, al tiempo que reivindicaron su papel frente a la ganadería intensiva.
La vicepresidenta de la Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU), Ana Etchenique, apuntó que es “fundamental” que los diferentes sectores se sienten a tratar de buscar soluciones, pues “sólo de una forma multidisicplinar vamos a conseguir llegar al necesario cambio de modelo”. En ese sentido, tras el debate se celebraron tres grupos de trabajo que trataron de poner encima de la mesa las posibles medidas a adoptar a corto y medio plazo.
Ponerse de acuerdo no fue sencillo: los colectivos animalistas ahondaron en la necesidad de promover el veganismo y el rechazo a los productos de origen animal como la mejor forma de luchar contra el cambio climático. En ese sentido, estudios como el realizado por la Universidad de Oxford en 2014 ponen de relevancia que las emisiones de CO2 de las personas vegetarianas son un 50% menores que las de quienes consumen carne a diario, y las de las veganas, un 60%. El eurodiputado alemán del Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria, Stefan Eck, intervino en el debate para compartir su propia experiencia: “Lo más fácil para luchar contra el cambio climático es dejar de comer carne. Llevo 20 años siendo vegano y no me he muerto. Es necesario si queremos que el planeta siga vivo”. Por su parte, los responsables de las explotaciones ganaderas hicieron hincapié en la importancia del modelo extensivo de cara a preservar la biodiversidad.
Entre los pocos puntos en común a los que se llegó, la necesidad de que los consumidores tengan acceso a una información más rigurosa y transparente acerca del origen de los productos que consumen, así como en lo referente a las condiciones de los animales que acaban en el matadero. “El reto es llegar a la gente, pues la mayoría no tiene ni idea”, señaló Etchenique. “Los consumidores deberían ver con sus propios ojos cómo funciona la explotación ganadera intensiva”, añadió.